Con el fin de dar voz al trabajo de los escritores jaliscienses con una trayectoria reconocida, anoche se realizó un recorrido a través de la obra del poeta Ricardo Yáñez, en la Capilla Elías Nandino del Ex Convento del Carmen, como parte del programa Letras vivas de Jalisco, que organiza la Dirección de Literatura de la Secretaría de Cultura de Jalisco (SCJ).
En el evento estuvieron presentes los escritores Ernesto Cano, Fernando Toriz y Laura Solorzano, además del autor, Ricardo Yáñez. Ahí los escritores invitados hablaron de tres de los libros más representativos de Yáñez: “Una nueva escritura sumaria”, “Versos dicen” y “Canto rodado”.
Laura Solorzano habló del libro “Una nueva escritura sumaria”, una antología poética de Yáñez en donde dijo “se observa la versatilidad del poeta, su recorrido entre la prosa y el verso, así como su voz alternativa”, que es la voz interior del poeta con la que muestra su vivir cotidiano de manera extraordinaria.
Por su parte, Ernesto Cano, habló de “Canto rodado”, un libro donde se reúnen distintos artículos que hablan sobre la música y la voz de los artistas, ahí se presentan algunas reflexiones acerca del trabajo musical y, sobre todo, del papel de las letras en el trabajo de cantautores e intérpretes.
Finalmente, Fernando Toriz, realizó una exposición sobre el libro “Versos dicen”, una colección de sonetos, donde las palabras del verso explotan la sonoridad de cada una de las palabras que lo componen, lo que dijo, convierte a Ricardo Yáñez en “un poeta de canciones y sonetos desde sus primeros libros”.
Los tres escritores coincidieron en que el eje principal del trabajo literario de Ricardo Yáñez es la música y no sólo la realizada por instrumentos, sino la propia música que se encuentra en las palabras, en los versos y en la posibilidad sonora de cada una de las sílabas que conforman sus textos. Finalmente, un conmovido Ricardo Yáñez, cantó junto a sus invitados algunos de sus poemas, hasta llegar a las lágrimas, por lo que señaló “es muy feo no llorar cuando se lee poesía”.
Al comenzar a leerlo unos ligeros errores del editor en faltas de ortografía y en la sintaxis me desanimaron, pero luego deje de lado las cuestiones técnicas y me enfoqué en el fondo de la obra de Yáñez.
ResponderEliminarEn la primera anécdota o cuento titulado “La música es el arte del taller” mencionó algunas máximas sufís o de filosofía zen, sobre el lugar en el que vivimos en un momento exacto y que mucha gente vive el presente estando con la mente en el pasado o el futuro. Hasta aquí todo va bien.
Pero los “pequeños errores” no dejan de molestar la vista y empiezan a hacerse piedrillas que ya no me dejan leer. En el segundo título “De oficio cantor” ya me es imposible dejar de subrayar, y no conforme con eso, enmarco con firmeza una serie de encabalgamientos, lugares comunes, pleonasmos y muletillas que por cierto son muy antiguas. Por un momento sentí que escuchaba a Adela Micha “Lo mismo nos dimos (nos damos) a la risa que a la divagación sobre lo cotidiano, que profundizamos inesperadamente, súbitamente, en nuestros temas, en nuestro tema (el del día)”.
Y así las páginas se suceden envueltas en este tipo de narrativa, que a veces se vuelve confusa por la pretensión de tener un tono “filosófico” basado en el sentido común y el “lirismo” del autor.
Tanto el autor como el editor o quien permitió que saliera así el libro deberían prestar mas atención a la nueva narrativa no solo en México y en el mundo ya que a veces parece que esta dando una cátedra un profesor en la facultad de Derecho en los 80’s.
El fondo y las elucubraciones de Ricardo me parecen buenas, desgraciadamente el libro carece de valor literario debido a la falta de cuidado en su forma.
Miguel Escamilla