Veíamos en el video un caso real, uno de muchos que existen en nuestro Estado, de un niño adolescente abandonado por su madre ante la dificultad de cuidarlo por la discapacidad intelectual que padece.
Dentro de este ejemplo, que es una tragedia, y que no es el único y que todos nosotros no somos ajenos a ejemplos como éste, junto a esta tragedia surge la respuesta de una persona, de “Jovita”, la respuesta de entrega, la respuesta de generosidad, la respuesta de amor de una señora a quien se le deja un niño con discapacidad intelectual y que lo convierte en su hijo.
¿Qué va a pasar cuando muera Jovita? Ésa es la pregunta, ¿qué va a pasar con todos los casos similares, cuando la persona que está apoyando no esté ya sobre esta tierra?
Estamos celebrando en estos días, todavía en el ambiente del Bicentenario, muchos acontecimientos importantes en Jalisco. Yo diría que empezamos este año con los 200 años de la construcción de la Casa de la Misericordia en el mes de febrero, ahora Hospicio Cabañas, 200 años.
Cuando ve uno obras de esta naturaleza, la pregunta obliga es, ¿y nosotros qué?, ¿qué nos corresponde hacer a nosotros? Cuando observamos obras que han trascendido a quienes las impulsaron por el servicio que siguen dando a la gente, porque la sociedad las ha hecho suyas, como es el caso de los Hospitales Civiles, creados por Fray Antonio Alcalde, la pregunta es, ¿y nosotros qué?
Estas celebraciones, este Bicentenario o Centenario que estamos celebrando, no es sólo un recordatorio de nuestra historia sino es sobre todo un llamado al compromiso y a la acción en el día de hoy. Ya grandes personalidades han hecho, pues no me atrevo a decir edificios, han hecho obras que han trascendido, que nos has trascendido y que han marcado a nuestra ciudad.
Esto que ahora se ve a la luz pública, es sin duda una obra de amor y es una respuesta a esta necesidad real que existe en nuestra sociedad de ¿qué va a ocurrir cuando Jovita muera?, ¿quién va a cuidar a su hijo?
Ésta es una obra de amor, como lo es el Hospicio Cabañas y como lo es el Hospital Civil; ésta es una obra de amor y, como tal, debe buscar la reconciliación entre nosotros, y como obra de amor debe propiciar la unión de todos en torno a esta obra. No me refiero al edificio sino a todo lo que implica la operación de un centro de esta naturaleza.
Hace cuatro años que empezó este trabajo y ahora lo vemos que empieza a materializarse ya con terreno, ya con proyecto, ya con gente de nuestra sociedad que quiere aportar para el buen logro de esta empresa, incluso ya con recursos, porque este proyecto se inscribió dentro de los proyectos concursables del Gobierno federal y ganó el que se tenga dinero del pueblo para poder aportarle a este esfuerzo que está encabezando el DIF.
Si es una obra con las condiciones como lo hemos señalado, es importante que no sea solamente una obra del DIF, sino que sea de todos, de toda la sociedad.
El Hospicio Cabañas y el Hospital Civil, ahora Hospitales Civiles, han perdurado a través del tiempo gracias a la generosidad, gracias a la energía de los fundadores, pero también el que esta energía contagió a la sociedad y la sociedad jalisciense hizo suya estas obras.
Nadie puede adjudicarse la propiedad del Hospicio Cabañas, porque es de todos; nadie puede adjudicarse la propiedad de los Hospitales Civiles, porque son de todos.
El propósito de Cien Corazones es que sea una obra, no del DIF, no del Gobierno, sino de todos, que sea una obra a la que Jalisco pueda hacerla suya.
En este esquema, muchos retos se han presentado y se han ido resolviendo con generosidad. Lo importante no es hacer el edificio, sino encontrar a las personas que puedan hacer lo que hace ahora “Jovita” con su niño, traducir ese amor en un servicio específico, para una persona específica, en un momento determinado. No hablar de amor como de algo ideal o como de un concepto etéreo, a veces desdibujado, sino aterrizado en ese trabajo de todo el día, de todos los días.
Nos dimos a la tarea, desde el DIF, de revisar las alternativas de organismos de la sociedad civil que pudiesen acompañar este proyecto y, sin duda, quienes tienen más experiencia, quienes tienen más reconocimiento por su preparación, por su capacidad, y quienes tienen más reconocimiento por su servicio, por ese amor traducido en obras, son los hermanos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.
Cuando decimos “San Juan de Dios”, en Guadalajara de inmediato nos referimos a un barrio y poco, a veces, profundizamos sobre el impacto de esta Orden Hospitalaria sobre la gente de Jalisco, y muy poco sabemos de la vida del fundador de esta Orden Hospitalaria, San Juan de Dios.
Él no estudió medicina, aunque cuando él vivía ya estaban en la cultura, en España, él era portugués, pero en España, en la zona de los moros ya estaba, ya existían los grandes cirujanos, ya existían los grandes médicos, ya había tratados sobre medicina en España, en la España contemporánea de San Juan de Dios.
Y, sin embargo, San Juan de Dios no era médico, pero fue la persona que entendió que quien tenía una discapacidad no había que amarrarlo, no había que encadenarlo -ése es el tratamiento que se le daba a las personas con discapacidad, ponerle grilletes en las cuatro extremidades, mojarlo con agua fría para que reaccionara y esperar a que su vida transcurriera hasta que se extinguiera-.
La gran aportación de San Juan de Dios y de ahora los Hermanos Juaninos, que son los herederos, es que la parte más importante, no es ni siquiera el conocimiento psicológico o psiquiátrico que ellos tienen, sino la herencia de San Juan de Dios, que rescataba a estas personas, las desencadenaba y, en compensación a esto, las abrazaba. No las apartaba de la sociedad, sino que él se involucraba con ellos, con todo tipo de enfermos, incluyendo a personas con discapacidad intelectual.
Nunca le importó las diferencias y, en una España que perseguía por credo religioso, nunca le importó atender a judíos, a musulmanes o a cristianos; nunca le importó atender a leprosos, a personas con discapacidad o a personas heridas.
Ésta es la lección de vida de San Juan de Dios, que es tan fuerte que cuatro siglos después, que más de cuatro siglos después prevalece en una orden que se afana por transmitir a través del servicio el amor a los demás.
Tenemos nosotros obras que nos enorgullecen con más de 200 años de tradición. Ahora, lo que esta surgiendo con este proyecto, es el proyecto de esta generación de jaliscienses que discuten mucho, que pelean mucho, pero que saben distinguir lo que es importante.
Esta generación de jaliscienses que marca diferencias y etiqueta de acuerdo a los partidos y a muchas cosas, pero que sabe que hay cosas que trascienden en el tiempo de la importancia, y que ésas son las obras que podemos dejar para las próximas generaciones.
Con la tranquilidad que nos da el acompañamiento científico y humano de los Hermanos Juaninos, con la institucionalidad del DIF Jalisco, pero, sobre todo, con la bonhomía, con la bondad del jalisciense que sabe distinguir y con la generosidad de todos, yo no tengo ninguna duda de que “Cien Corazones”, no será la obra del DIF, no será la obra del Gobierno, será la obra de Jalisco, con la que conmemora a esos grandes hombres que han hecho tanto y de lo cual nosotros nos hemos beneficiado.
No son tiempos ya de caciques, aunque los tenemos; no son tiempos de liderazgos iluminados; no son tiempos de grandes personalidades, como Fray Antonio Alcalde o el Obispo Cabañas, ahora es tiempo del pueblo solidario, de la gente común y corriente que se convence que aporta y que hace propio un proyecto de esta naturaleza.
Éste es el inicio, éste es el impulso, ésta es la primera etapa, pero esto es, sobre todo, el proceso de recoger lo mejor que tenemos en Jalisco para decirle a los jaliscienses de ahora y de las próximas generaciones: Es cierto, nos encanta discutir, pero también es cierto, somos gente de bien que quiere ayudar a los que más lo necesitan.
Cuatro años para llegar a este momento; por los que lo necesitan, seguimos trabajando.
Felicidades.
Dentro de este ejemplo, que es una tragedia, y que no es el único y que todos nosotros no somos ajenos a ejemplos como éste, junto a esta tragedia surge la respuesta de una persona, de “Jovita”, la respuesta de entrega, la respuesta de generosidad, la respuesta de amor de una señora a quien se le deja un niño con discapacidad intelectual y que lo convierte en su hijo.
¿Qué va a pasar cuando muera Jovita? Ésa es la pregunta, ¿qué va a pasar con todos los casos similares, cuando la persona que está apoyando no esté ya sobre esta tierra?
Estamos celebrando en estos días, todavía en el ambiente del Bicentenario, muchos acontecimientos importantes en Jalisco. Yo diría que empezamos este año con los 200 años de la construcción de la Casa de la Misericordia en el mes de febrero, ahora Hospicio Cabañas, 200 años.
Cuando ve uno obras de esta naturaleza, la pregunta obliga es, ¿y nosotros qué?, ¿qué nos corresponde hacer a nosotros? Cuando observamos obras que han trascendido a quienes las impulsaron por el servicio que siguen dando a la gente, porque la sociedad las ha hecho suyas, como es el caso de los Hospitales Civiles, creados por Fray Antonio Alcalde, la pregunta es, ¿y nosotros qué?
Estas celebraciones, este Bicentenario o Centenario que estamos celebrando, no es sólo un recordatorio de nuestra historia sino es sobre todo un llamado al compromiso y a la acción en el día de hoy. Ya grandes personalidades han hecho, pues no me atrevo a decir edificios, han hecho obras que han trascendido, que nos has trascendido y que han marcado a nuestra ciudad.
Esto que ahora se ve a la luz pública, es sin duda una obra de amor y es una respuesta a esta necesidad real que existe en nuestra sociedad de ¿qué va a ocurrir cuando Jovita muera?, ¿quién va a cuidar a su hijo?
Ésta es una obra de amor, como lo es el Hospicio Cabañas y como lo es el Hospital Civil; ésta es una obra de amor y, como tal, debe buscar la reconciliación entre nosotros, y como obra de amor debe propiciar la unión de todos en torno a esta obra. No me refiero al edificio sino a todo lo que implica la operación de un centro de esta naturaleza.
Hace cuatro años que empezó este trabajo y ahora lo vemos que empieza a materializarse ya con terreno, ya con proyecto, ya con gente de nuestra sociedad que quiere aportar para el buen logro de esta empresa, incluso ya con recursos, porque este proyecto se inscribió dentro de los proyectos concursables del Gobierno federal y ganó el que se tenga dinero del pueblo para poder aportarle a este esfuerzo que está encabezando el DIF.
Si es una obra con las condiciones como lo hemos señalado, es importante que no sea solamente una obra del DIF, sino que sea de todos, de toda la sociedad.
El Hospicio Cabañas y el Hospital Civil, ahora Hospitales Civiles, han perdurado a través del tiempo gracias a la generosidad, gracias a la energía de los fundadores, pero también el que esta energía contagió a la sociedad y la sociedad jalisciense hizo suya estas obras.
Nadie puede adjudicarse la propiedad del Hospicio Cabañas, porque es de todos; nadie puede adjudicarse la propiedad de los Hospitales Civiles, porque son de todos.
El propósito de Cien Corazones es que sea una obra, no del DIF, no del Gobierno, sino de todos, que sea una obra a la que Jalisco pueda hacerla suya.
En este esquema, muchos retos se han presentado y se han ido resolviendo con generosidad. Lo importante no es hacer el edificio, sino encontrar a las personas que puedan hacer lo que hace ahora “Jovita” con su niño, traducir ese amor en un servicio específico, para una persona específica, en un momento determinado. No hablar de amor como de algo ideal o como de un concepto etéreo, a veces desdibujado, sino aterrizado en ese trabajo de todo el día, de todos los días.
Nos dimos a la tarea, desde el DIF, de revisar las alternativas de organismos de la sociedad civil que pudiesen acompañar este proyecto y, sin duda, quienes tienen más experiencia, quienes tienen más reconocimiento por su preparación, por su capacidad, y quienes tienen más reconocimiento por su servicio, por ese amor traducido en obras, son los hermanos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.
Cuando decimos “San Juan de Dios”, en Guadalajara de inmediato nos referimos a un barrio y poco, a veces, profundizamos sobre el impacto de esta Orden Hospitalaria sobre la gente de Jalisco, y muy poco sabemos de la vida del fundador de esta Orden Hospitalaria, San Juan de Dios.
Él no estudió medicina, aunque cuando él vivía ya estaban en la cultura, en España, él era portugués, pero en España, en la zona de los moros ya estaba, ya existían los grandes cirujanos, ya existían los grandes médicos, ya había tratados sobre medicina en España, en la España contemporánea de San Juan de Dios.
Y, sin embargo, San Juan de Dios no era médico, pero fue la persona que entendió que quien tenía una discapacidad no había que amarrarlo, no había que encadenarlo -ése es el tratamiento que se le daba a las personas con discapacidad, ponerle grilletes en las cuatro extremidades, mojarlo con agua fría para que reaccionara y esperar a que su vida transcurriera hasta que se extinguiera-.
La gran aportación de San Juan de Dios y de ahora los Hermanos Juaninos, que son los herederos, es que la parte más importante, no es ni siquiera el conocimiento psicológico o psiquiátrico que ellos tienen, sino la herencia de San Juan de Dios, que rescataba a estas personas, las desencadenaba y, en compensación a esto, las abrazaba. No las apartaba de la sociedad, sino que él se involucraba con ellos, con todo tipo de enfermos, incluyendo a personas con discapacidad intelectual.
Nunca le importó las diferencias y, en una España que perseguía por credo religioso, nunca le importó atender a judíos, a musulmanes o a cristianos; nunca le importó atender a leprosos, a personas con discapacidad o a personas heridas.
Ésta es la lección de vida de San Juan de Dios, que es tan fuerte que cuatro siglos después, que más de cuatro siglos después prevalece en una orden que se afana por transmitir a través del servicio el amor a los demás.
Tenemos nosotros obras que nos enorgullecen con más de 200 años de tradición. Ahora, lo que esta surgiendo con este proyecto, es el proyecto de esta generación de jaliscienses que discuten mucho, que pelean mucho, pero que saben distinguir lo que es importante.
Esta generación de jaliscienses que marca diferencias y etiqueta de acuerdo a los partidos y a muchas cosas, pero que sabe que hay cosas que trascienden en el tiempo de la importancia, y que ésas son las obras que podemos dejar para las próximas generaciones.
Con la tranquilidad que nos da el acompañamiento científico y humano de los Hermanos Juaninos, con la institucionalidad del DIF Jalisco, pero, sobre todo, con la bonhomía, con la bondad del jalisciense que sabe distinguir y con la generosidad de todos, yo no tengo ninguna duda de que “Cien Corazones”, no será la obra del DIF, no será la obra del Gobierno, será la obra de Jalisco, con la que conmemora a esos grandes hombres que han hecho tanto y de lo cual nosotros nos hemos beneficiado.
No son tiempos ya de caciques, aunque los tenemos; no son tiempos de liderazgos iluminados; no son tiempos de grandes personalidades, como Fray Antonio Alcalde o el Obispo Cabañas, ahora es tiempo del pueblo solidario, de la gente común y corriente que se convence que aporta y que hace propio un proyecto de esta naturaleza.
Éste es el inicio, éste es el impulso, ésta es la primera etapa, pero esto es, sobre todo, el proceso de recoger lo mejor que tenemos en Jalisco para decirle a los jaliscienses de ahora y de las próximas generaciones: Es cierto, nos encanta discutir, pero también es cierto, somos gente de bien que quiere ayudar a los que más lo necesitan.
Cuatro años para llegar a este momento; por los que lo necesitan, seguimos trabajando.
Felicidades.
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