Sean
todos bienvenidos amigas, amigos, a la casa de “100 Corazones”.
Quienes
han sido líderes de este proyecto único en el País, propusieron este nombre a
esta institución, que aparte de bello es simbólico y significativo, porque
importan las personas, lo que son, su corazón.
Cien personas
con una historia, con un drama especial, con condiciones particulares que les
ha traído sufrimiento a ellos y a sus familias, pero que a la vez nos demuestran
grandes lecciones en su capacidad de amar y de defender su vida. En el corazón
está el misterio de una persona, misterio por conocer y apreciar.
En las
sociedades humanas actuales impera una cultura individualista, donde el
quehacer humano está centrado en el tener, donde cada vez menos personas se
comprometen por hacer comunidad. Una sociedad individualista que da por
resultado el odio, la violencia, la muerte.
¿Cómo
podemos volver la mirada a la persona, y que ésta sea el centro de nuestra
actividad? Por otro lado, ¿en qué momento nos permitimos ser indiferentes ante
la exclusión, la marginación o el abandono? Es el momento de voltear la mirada y
el corazón mismo para corregir el camino y generar una cultura a favor de la
vida humana. Que la vida del hombre sea digna en todo momento de su existencia.
Y éste
no debe ser sólo un concepto o una idea abstracta y mucho menos una bandera
política, debe aterrizar en condiciones reales, sensibles, tangibles, si no
todo es discurso, sonido en el viento.
Una
cultura a favor de la dignidad humana debe traducirse en gestos y obras que
tienen que ver con el alimento, con condiciones laborales, con el transporte,
con la recreación; nada de lo humano puede quedar desatendido, en especial lo
humano implica hacernos cargo de aquellos que más sufren.
Esta
sociedad donde ha triunfado el amor desmedido por el tener, por el poseer, por
asegurar bienes futuros, por competir, ha hecho que sean olvidados y excluidos los
más débiles, los más pobres, los más pequeños; cuando es en ellos que vemos la
grandeza de lo humano.
Narra
un filósofo que en alguna ocasión un obispo alemán comentó a un grupo de
políticos latinoamericanos durante una reunión de la democracia cristiana, dijo
“señores, yo estoy convencido de que el aborto es un crimen que clama al cielo,
porque se asesina al niño no nacido, pero me parece también que es gravísimo
que ustedes dejen morir de hambre a los niños que ya nacieron, ¿o es que el
embrión pierde su dignidad humana en el momento de nacer?, parecería que nos
olvidamos de ellos en el momento en que salen del vientre de su madre”, fin de
la cita.
Estar
a favor de la vida es más que una convicción o un activismo político, es una
cultura que todos los días hay que construir para podernos ver todos los
hombres cara a cara, encontrarnos y saber que tenemos un destino común, todos
por igual, sin exclusión por posiciones sociales, culturales o de cualquier
otra índole.
La
cultura a favor de la dignidad para que sea sólida debe ser construida por
todos. Si fuera sólo un esfuerzo aislado del Gobierno pasaría sin dejar
cimiento, los cambios que transforman y se quedan son aquellos que nacen del
pueblo, no los que hace el poder.
El que
estos niños hayan sufrido miseria, dolor y desatención es muestra de que hemos
fallado, porque todos somos responsables de todos, lo que en verdad tendría que
escandalizarnos no lo vemos: la pobreza, los niños abandonados, el hambre, es
decir, las injusticias que prevalecen.
Hoy
estamos aquí para inaugurar esta casa de “100 Corazones”, que es un claro
ejemplo del compromiso y solidaridad de ciudadanos preocupados y ocupados en
formar una sociedad más justa. Con esta casa hogar buscamos ofrecer una vida
digna a niños con discapacidad intelectual en situación de abandono y pobreza,
“100 Corazones” es ese esfuerzo por dignificar a un sector de la población
abandonado.
Hace
unos días el Presidente Felipe Calderón mencionó que hacen falta más buenos
samaritanos, y es verdad, no sólo filántropos que den lo que les sobra, lo que
les deduzca impuestos o lo que sea políticamente correcto; aspiramos a una
sociedad de hombres y mujeres por amor, que no sólo den sino que se donen a los
demás.
No
podemos hablar de dignidad mientras exista un México de primera y uno de
segunda, mientras sigamos excluyendo a los más necesitados.
La
inauguración de esta casa hogar es muestra de que cuando existe la voluntad y
solidaridad se pueden lograr grandes cosas. Gracias al trabajo conjunto de la
sociedad civil, al Gobierno federal, al Gobierno estatal, unidos todos por la
Fundación Jalisco Incluye e impulsados por el DIF Jalisco, hoy es posible que
“100 Corazones” tengan un hogar donde vivir.
Amar y
saberse amados es la experiencia más fundamental del hombre, con esta casa
buscamos dar y darnos esa experiencia con cien niños que tienen deseo por vivir
una vida en plenitud. Dando es como recibimos, y seguro este será un espacio de
mutuo crecimiento.
Quiero
agradecer a cada una de las personas que colaboró para la construcción y
equipamiento de esta casa. Mi agradecimiento al Gobierno del Presidente Felipe
Calderón por su apoyo, especialmente a la señora Margarita Zavala por su
solidaridad institucional y personal con nuestro Estado a lo largo de estos
seis años.
Felicito
al DIF Jalisco, a Imelda por su trabajo, por esta casa de “100 Corazones”. Mi
gratitud a la Fundación Jalisco Incluye por concretar este magnífico proyecto,
por su trabajo y transparencia, y a todos ustedes por su presencia y todo el
apoyo a esta extraordinaria obra de “100 Corazones”, muchas gracias.
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